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Pedro Margarit “pasa” de los Colón

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Actualizado: 29-09-2016
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Colón antes de partir en su viaje de búsqueda de la tierra firme dejó órdenes a su hermano Diego y al capitán aragonés Pedro Margarit de lo que se debí­a de hacer mientras él estuviese fuera.

pedroMargarit Al capitán le ordenó desfilar por La Española provocando el máximo de jaleo posible para atraer la atención de los indí­genas y asombrarlos mostrando el moderno armamento europeo, los caballos y su supuesta naturaleza sobrehumana. Una vez atraí­dos se les deberí­a de dar un trato amistoso y generoso para demostrar su benevolencia y así­ tenerlos como aliados y no como enemigos. Esta técnica fue la que siguió Colón en todas sus visitas por el Caribe y le funcionó bien, excepto en algún caso aislado.

El otro objetivo, aparte de impresionar a los nativos, era explorar el resto de la preciosa isla en busca de sus riquezas naturales, hacer un reconocimiento general y obtener datos fiables para su colonización.

Margarit salió para realizar el proyectado desfile militar y dejó a Alonso de Ojeda al mando del fuerte de Santo Tomás. En vez de obedecer las órdenes del Almirante decidió por cuenta propia ir a las ricas llanuras de la Vega Real y visitar las villas indias desperdigadas por la misma. Los indí­genas les trataron generosamente como era costumbre en ellos, pero al ver que los expedicionarios no se marchaban sino que cada vez les pedí­an más y además se mostraban excesivamente libertinos con sus mujeres comenzaron a preocuparse y a molestarse con su presencia.

Estos hechos llegaron a La Isabela y Diego Colón escribió a Margarit advirtiéndole sobre su comportamiento y ordenándole que siguiese el plan original. La respuesta fue contundente: se consideraba independiente en su mando; y su cargo, procedencia nobiliaria y posición de favorito del Rey legitimaban sus decisiones y actos. Era una rebelión de la nobleza contra el poder de los Colón. Ya anteriormente habí­a habido un intento de rebelión protagonizado por Bernal Dí­az de Pisa pero fue sofocada rápidamente.

El problema se amplió cuando los caballeros, hidalgos y aventureros residentes en la Isabela apoyaron a Margarit en su decisión. Estos consideraban a los Colón unos extranjeros mentirosos y mercenarios que labraban su fortuna a costa de su duro trabajo cuando a ellos se les habí­a hablado de magní­ficas riquezas y buena vida. También recibió el apoyo del Padre Boil, cabeza de la comunidad religiosa y vicario apostólico del Nuevo Mundo. La nobleza y el clero dejaban oir su voz por primera vez en América.

Querí­an volver a España y revelar al rey lo que realmente estaba ocurriendo en La Española y descubrir a todo el mundo las mentiras y los tejemanejes de los Colón. Finalmente se apoderaron de algunos buques del puerto de La Isabela y marcharon de vuelta a Castilla antes de que regresase Colón.

Primera consecuencia: Las tropas castellanas estando Colón de viaje y el capitán Pedro Margarit huido se convirtieron en un ejército sin cabeza que hizo lo que le vino en gana. Provocaron el justificado enojo de los indí­genas que hartos de estos excesos y viendo a los españoles divididos en pequeños e indefensos grupos tomaron cumplida venganza de las afrentas y fueron aniquilándolos poco a poco.

El cacique Caonabo, autor de la masacre de los españoles del Fuerte de Navidad, planeó limpiar la isla de extranjeros sitiando el fuerte de Santo Tomás, pero allí­ se encontró con un escollo con el que no contaba: el capitán Alonso de Ojeda.

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