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La Independencia de Bolivia

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Actualizado: 16-08-2018
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La Independencia de Bolivia fue un proceso político que llevó a la independencia a la región del Alto Perú, que formó parte primero del virreinato del Perú y más tarde del virreinato del Río de la Plata. En este proceso hay varias fases bien diferenciadas:

1ª – La primera fase revolucionaria que fue derrotada por las autoridades realistas

2ª – Los ataques desde Buenos Aires por parte de Juan José Castelli, Manuel Belgrano y San Martín que también fueron derrotados.

3ª Las republiquetas con sus montoneros que fueron duramente reprimidas.

4ª La victoria del general Antonio José de Sucre en la batalla de Ayacucho que dejó el camino expedito para la entrada de las tropas independentistas.

La historiografía tradicional (y oficial) siempre ha llevado los antecedentes del proceso de independencia hasta las revoluciones indígenas que se produjeron a lo largo del siglo XVIII pero considero que no es así, esas rebeliones fueron puntuales y no interconectadas con otros procesos. Éstas tuvieron más un aspecto económico ya que los cambios introducidos por las reformas borbónicas afectaron negativamente los privilegios con que contaban muchos caciques andinos llevándoles a levantarse para recuperarlos. Sin embargo el proceso de independencia tuvo un origen criollo, burgués, planeado y ejecutado por la élite burguesa circunscrita a las logias masónicas importadas desde Europa.

La Revuelta de Chuquisaca del 25 de mayo de 1809

De hecho la primera revolución que sucedió en Hispanoamérica tuvo lugar en Chuquisaca (actual Sucre) el 25 de mayo de 1809.  Esta ciudad era un centro político y cultural de primer orden al contar en ella con la sede de la Real Audiencia de Charcas y la Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier,  fundada en 1624 por los jesuitas y con fama de ser una de las mejores del continente. A ella acudían los mejores estudiantes de los virreinatos del Perú y del Río de la Plata. También contaba desde 1806 con la Sociedad de Independientes que bajo una supuesta intención u objetivos culturales realmente organizaban reuniones de contenido político y subversivo. En ella participaban criollos como Jaime de Zudáñez, Bernardo de Monteagudo, Teodoro Sánchez Bustamante, Manuel Rodríguez de Quiroga y otros que tuvieron gran incidencia en los hechos revolucionarios.

Pues bien, estos revolucionarios esperaban la ocasión para en cualquier momento provocar el tumulto, la desestabilización y lanzar sus reinvindicaciones que, como en todo el resto de Hispanoamérica, pasaba por exigir la convocatoria de un cabildo abierto, que eran donde ellos tenían poder. Y la ocasión llegó en la persona del general José Manuel de Goyeneche, un emisario enviado por la Junta Suprema de Sevilla, que en su camino se había entrevistado con la princesa Carlota Joaquina de Borbón, hermana de Fernando VII y esposa del regente y heredero de Portugal Juan VI. Y luego en Montevideo visitó al gobernador Francisco Javier de Elío y en Buenos Aires al virrey Santiago de Liniers.

Todos estos contactos levantaron sospechas de que este personaje, que iba camino de Lima para asumir la presidencia de la Real Audiencia del Cuzco, había llegado a un acuerdo con la princesa portuguesa para entregar el Alto Perú a los lusos, un tema especialmente sensible por los ataques que unos años antes realizaron los bandeirantes en la provincia de Chiquitos.  Además de que dudaban de la legitimidad de Goyeneche porque llegó enviado por la Junta Suprema de Sevilla que en esos momentos tan solo era una junta provincial. Con estas dudas pronto aparecieron los enfrentamientos y la formación de partidos. El gobernador Ramón García de León y Pizarro y el arzobispo de Charcas Benito María Moxó y Francolí apoyaron la legitimidad de la Junta Suprema de Sevilla y, por ende, la de su representante Goyeneche, mientras que los oidores de la Real Audiencia y el cabildo eclesiástico se mostraron en contra.

En Chuquisaca comenzaron a aparecer panfletos y pasquines anónimos criticando al gobernador, cuyo origen probablemente sería universitario, provocando la reacción del mismo al ver el cariz que estaban tomando las cosas. Ordenó la detención de varios de los cabildantes pero solo encontró a Jaime de Zudáñez que fue llevado detenido al Palacio de la Real Audiencia, en donde una turba se formó en la calle solicitando su libertad, a lo que el gobernador accedió a cambio de que se calmasen los ánimos. Pero al salir se unieron a la multitud más revolucionarios masones que marcharon a la Plaza Mayor en donde convocaron a más gente al redoble de las campanas. El toque de campanas era la alarma habitual para reunir al pueblo en caso de noticias importantes por lo que el hecho de reunir a tanta gente no fue por un súbito apoyo a la revolución masónica, sino un acto de natural curiosidad para ver qué ocurría.

Los sediciosos exigían la liberación de los presos y la renuncia del gobernador Pizarro. El violento asalto del palacio de la Real Audiencia obligó a Pizarro a firmar su renuncia. El golpe estaba dado. Al día siguiente, 26 de mayo, la Audiencia asumía el poder y nombraba a Álvarez de Arenales como comandante general y a José de la Iglesia gobernador de Charcas.

Si bien este levantamiento se supone que fue para evitar la traición con la alianza portuguesa y mantener la fidelidad al rey Fernando VII entre sus miembros se infiltraron numerosos revolucionarios masones cuyo único objetivo era la revolución política y terminar con el poder realista. Pero rápidamente enviaron emisarios revolucionarios a las ciudades cercanas más importantes con la idea de difundir la revolución y hacer estallar toda la región. Lograron provocar la revolución en La Paz encabezada por Pedro Domingo Murillo, creador de la Logia “Caballeros de América”, que derrocó al gobernador Tadeo Dávila y formó una Junta de Gobierno independentista que se denominó Junta Tuitiva.

Los realistas, con Francisco de Paula Sanz a la cabeza, gobernador de Potosí,  actuaron rápidamente. Pidió ayuda al virrey del Perú, José Fernando de Abascal y Sosua, que envió un ejército al mando de José Manuel de Goyoneche y contactó con el virrey del Río de la Plata, Baltasar Hidalgo de Cisneros, para que aceptase esta expedición ya que el Alto Perú en ese momento pertenecía a este virreinato. La rebelión en La Paz fue sofocada el 11 de noviembre de 1809 y sus líderes ejecutados. Cuando llegaron las noticias de la derrota a Chuquisaca rápidamente liberaron al exgobernador Pizarro y reconocieron la autoridad del nuevo presidente de Charcas,  el mariscal Vicente Nieto, enviado por el virrey Cisneros desde Buenos Aires. Los cabecillas de Chuquisaca en su mayoría fueron desterrados a lugares lejanos o remitidos a presidios también muy apartados.

La rebelión de Cochabamba

El 25 de mayo de 1810 ocurrió en Buenos Aires la Revolución de Mayo formándose la Primera Junta de Gobierno de Buenos Aires que no fue reconocida por el virrey del Perú Abascal y procedió a anexar el Alto Perú a su virreinato peruano. Esta medida evitaría que esta región tan importante cayera fácilmente en manos de la Junta porteña. Pero el coronel Rivero se sublevó en Cochabamba al mando de 1000 soldados el 14 de septiembre de 1810 y logró rodear la guarnición de la ciudad y arrestar y derrocar al gobernador realista González Prada. Dio su apoyo a la Junta de Buenos Aires y fue nombrado gobernador y capitán general de la provincia. Otro levantamiento se produjo en Oruro encabezado por Tomás Barrón. El 14 de noviembre se dio la batalla de Aroma con la derrota de los realistas al mando de Ramírez Orozco que significó la caída del Alto Perú en manos rebeldes y, por ello, de la Junta bonaerense.

Ataques de Buenos Aires

En Buenos Aires se formó el Ejército del Norte para hacerse con el Alto Perú. Comenzaría con sus operaciones en 1811. Las primeras expediciones fueron comandadas por al masón radical Juan José Castelli que actuó de forma violenta y vengativa contra los realistas tras derrotarlos en la batalla de Suipacha, el 7 de noviembre de 1810. Ejecutó sumariamente y confiscó los bienes de los realistas y actuó también de forma radical contra cualquier aspecto religioso y siendo esta sociedad profundamente religiosa provocó bastantes protestas y malestar. Pero sus desmanes no duraron mucho y el 20 de junio de 1811 fe derrotado por Goyeneche en la batalla de Huaqui.

Buenos Aires no tardó en reaccionar y ordenó a Manuel Belgrano la organización de un nuevo ejército ofensivo para atacar al Alto Perú y recuperarlo. Lo logró en junio de 1813 pero fue rechazado por el Brigadier realista Joaquín de la Pezuela en las batallas de Vilcapugio y de Ayohuma. Pero de nuevo volverían a organizarse, esta vez mediante el general Rondeau que conquistó Chuquisaca y Cochabamba en la batalla del Puesto del Marqués el 17 de abril de 1815. Volviendo a caer en manos realistas el 29 de noviembre de 1815. Un baile que parece nunca tenía fin. Pero sí, en los años 15-16 ante la falta de ejércitos regulares se extendió un movimiento guerrillero, conocido como las Republiquetas, que también fue sofocado por el general Pezuela terminando así con todo movimiento independentista en el Alto Perú. Las tornas no cambiarían hasta la caída del virreinato del Perú en manos de Simón Bolívar en las batallas de Junín, el 6 de agosto de 1824, y de Ayacucho, el 9 de diciembre del mismo año, en el que el ejército del venezolano derrotó a los ejércitos virreinales del Perú.

En vista de estos graves acontecimientos en Cochabamba, el 16 de enero de 1825, el escuadrón de caballería Dragones Americanos se sublevaba al mando del coronel José Martínez haciéndose con el poder en la ciudad. También en el 29 de enero cayó La Paz en manos del general José Miguel Lanza y en Chuquisaca el batallón de Dragones de la Frontera tomaba el poder en nombre de los independentistas el 22 de febrero. La suerte estaba echada y cuando el 6 de agosto de 1825 Sucre entró en el Alto Perú ya todo estaba organizado para la declaración de independencia de Bolivia que fue aprobada por la Asamblea del 9 de julio de 1825 si bien se utiliza la fecha el 6 de agosto de 1825 en homenaje a la batalla de Junín.

El nuevo estado se llamaría República Bolívar pero poco después se cambió a Bolivia en honor de Simón Bolívar al que los masones independentistas altoperuanos, como buenos hermanos del Gran Maestre, consideraron como el Padre de la República concediéndole a título vitalicio los honores de Protector y Presidente.

 



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