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El camino a Tenochtitlán: batallas de Tlaxcala y Cholula

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Actualizado: 28-01-2019
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Consolidada la alianza con los totonacas los españoles reforzaron Veracruz con la construcción de una pequeña fortaleza. Decidieron tomar rumbo a la capital mexica para conocer al tlatoani Moctezuma. En la ciudad quedarí­an un grupo de soldados para cubrir las espaldas de la expedición y poder alertar de la llegada de buques españoles que pudieran ser no demasiado amistosos, véase, enviados por el gobernador Diego Velázquez desde Cuba. La conquista de México empezaba a tomar ya cuerpo.

Cortés envía emisarios a Castilla para informar al rey Carlos

Antes de la partida el cabildo decidió escribir una carta o relación a su Majestad el rey Carlos I narrándole todo lo acaecido desde la salida de Cuba y como prueba envió gran parte del oro obtenido en las distintas campañas para ganarse su favor. Para ello se aparejó una nave de las mejores que tení­an, se embarcó a Alaminos como piloto  y como capitanes a Alonso Hernández de Porto Carrero y Francisco de Montejo para marchar a Castilla, entrevistarse con el rey, entregarle su quinto real, los regalos y la carta de relación redactada por el cabildo o mejor dicho, por Hernán Cortés.

Con esta maniobra querí­an adelantarse a cualquier acción que Diego Velázquez pudiese emprender en contra de la expedición de Cortés declarándolo en rebeldí­a. La nave partió el 26 de julio de 1519 de San Juan de Ulúa en dirección a La Habana y de allí­ en no muchos dí­as llegó a Sevilla. El rey no estaba en la ciudad hispalense sino en Flandes por lo que optaron por enviarle todo mediante los conductos oficiales. El emperador lo recibió con gran alegrí­a y agradecimiento a pesar de la dura oposición del obispo Rodrí­guez de Fonseca que sabedor de las acciones de Cortés las criticó y censuró. El obispo, principal autoridad en España sobre el Nuevo Mundo, tomaba partido firmemente por Diego Velázquez.

Hernán Cortés “quema” sus naves

Mientras tanto pasaban los dí­as en Veracruz, en donde se trabajaba arduamente en su construcción. Volvieron a oirse rumores de soldados molestos por el reparto del oro y algunos además por no haberles dejado regresar a Cuba. Los partidarios de Velázquez cada dí­a estaban más crispados, existí­a un serio peligro de rebelión, por ello Cortés junto a sus hombres tomó una decisión salomónica; para evitar la disgregación del ejército o incluso una guerra civil entre españoles embarrancó todas sus naves en la costa inutilizándolas para la navegación. La historia siempre ha hablado de que “quemó las naves” pero no es cierto, jamás las quemó, esto habrí­a sido ridí­culo ya que habrí­a perdido mucho material (maderas, hierro, cordajes, etc) que le serían de mucha utilidad, y por supuesto, posteriormente lo fueron. Simplemente las embarrancó para dejarlas inservibles. De esta manera ya no habí­a marcha atrás posible, vencer o morir, la única ruta posible ahora mismo era la que llevaba a Tenochtitlan.

Cortés parte hacia México

Tras unas semanas de preparativos partieron hacia México a mediados de agosto de 1519. La expedición estaba compuesta por 15 caballos, 400 soldados de infanterí­a, 200 cargadores y 1000 totonacas. Iban a recorrer unas 200 millas de terreno montañoso con frí­o y viento cuando ellos ya estaban acostumbrados al calor y la humedad del Caribe,  y además supondrí­a un esfuerzo de unos tres meses salpicados de batallas y muchos, muchí­simos problemas que tuvieron que ir solventando como pudieron.

Malinche, Cortés y los tlaxcaltecas

Todo fue bien al principio, entraron en distintos poblados, unos libres y otros sometidos a la autoridad de Moctezuma, pero en general fueron bien acogidos, por lo menos con corrección, dándoles alojamiento temporal y algo de alimento. Pero los problemas serios comenzaron al llegar a la frontera del estado de Tlaxcala, un duro pueblo guerrero que no se habí­a dejado dominar por los mexicas a pesar de estar rodeados por otros territorios sojuzgados por Moctezuma.

Batalla de Tlaxcala

El 2 de septiembre de 1519, camino de Tlaxcala, tuvo lugar la primera batalla. A la altura del pequeño poblado de Tehuacingo se encontraron con un poderoso ejército de tlaxcaltecas formado y esperando pacientemente. Fue una batalla breve, los nativos atacaron valientemente pero ante las primeras descargas de los cañones y los mosquetes españoles huyeron despavoridos. Posteriormente actuó la caballerí­a española que en veloz ataque llegó hasta los capitanes enemigos provocando la retirada de todo el ejército tlaxcalteca. Pero tan solo fue un impás en la batalla porque 3 dí­as después, el 5 de septiembre, tuvo un lugar un nuevo enfrentamiento muy similar: multitud de nativos que no tení­an ni idea de con qué se enfrentaban, el ejército español formado por cuadros de hombres bien juntos y la caballerí­a atacando a los principales del otro ejército. De nuevo quedaron descabezados dando por terminada la batalla con la huida tlaxcalteca.

Cortés envió emisarios con mensajes de paz pidiendo el cese de la guerra y el establecimiento de una alianza hispano-tlaxcalteca para combatir a los mexicas, pero los caciques, a pesar del daño recibido, no aceptaron estas ofertas; querí­an seguir luchando. Mientras tanto Cortés visitó distintos pueblos cercanos en los que sí­ consiguió varias alianzas y acuerdos de colaboración. Pero un nuevo problema estaba creciendo en su cuartel general: de nuevo los partidarios de Velázquez estaban intrigando, no sin razón, por verse metidos en esa aventura suicida. Le pidieron a Cortés regresar a Veracruz donde, por lo menos, habí­a paz y allí­ podí­an estar más tranquilos y no metiéndose en mil batallas con pueblos poderosos y mucho más numerosos que ellos. Pero Cortés les respondió que no podí­an echarse atrás ahora cuando se estaban ganando el respeto y el miedo de sus oponentes, serí­a una muestra de debilidad y de retirada, lo que envalentonarí­a a sus enemigos y, a la vez, decepcionarí­a a sus aliados, convirtiéndose éstos en sus rivales por haberles abandonado. Es decir, tuvieron que tragarse sus palabras y continuar luchando.

Alianza hispano-tlaxcalteca contra Moctezuma

Las noticias de las victorias españolas contra los tlaxcaltecas habí­an llegado hasta Tenochtitlán. Esos pocos extranjeros, auxiliados por unos centenares de nativos estaban poniendo patas arriba la autoridad y el poder mexica. Moctezuma viendo que cada vez estaban más cerca de su capital envió a cinco emisarios para cubrirles de regalos y de buenas palabras de amistad y paz. Mientras Cortés  fue visitado por Xicoténcatl, capitán general de Tlaxcala, que le pidió perdón por haberlos atacado hasta en tres ocasiones porque, según le confesó, pensaban que eran aliados de los mexicas, í­ntimos enemigos suyos, y que por ello les atacaron con tanta furia, y que de esta manera y ya sabiendo que no tení­an nada que ver con ellos le ofrecí­an su amistad y su ayuda para lo que fuera necesario.

Cortés aceptó las disculpas y los acogió como amigos sin embargo les abroncó por su comportamiento y amenazó con que si se echaban atrás y volví­an a atacarles les destruirí­a sin piedad. Estas noticias llegaron a oí­dos de los delegados de Moctezuma y comprendieron que aquello no les favorecí­a en nada, pidieron permiso a Cortés para enviar el relato de estos hechos a su emperador y se quedaron allí­ a la espera de su respuesta que no fue otra que por favor se volviesen de donde habí­an venido y le informasen.

Para sellar la nueva alianza el ejército extranjero fue recibido por los tlaxcaltecas en su capital. Allí­ les prometieron fidelidad y, como eran pobres, no pudieron darles muchos regalos pero varios caciques sí­ les entregaron algunas de sus hijas como esposas a algunos de los capitanes. Práctica muy habitual entre los pueblos indí­genas y, por supuesto, también entre los monarcas europeos aunque con un poquito más de pomposidad. El capitán Pedro de Alvarado casó con la hija de uno de los caciques más importantes, a la que bautizó con el nombre de doña Luisa con la que tuvo dos hijos, un varón y una hembra.

Cortés, como era habitual,  les  intentó convencer para que derribasen sus í­dolos y abrazasen la religión católica pero los tlaxcaltecas se opusieron y le explicaron que poquito a poco irí­an conociendo esa nueva religión y que quizás en un futuro no muy lejano la adoptarí­an y se harí­an fieles a su único Dios. No podí­an renunciar a sus ritos y costumbres de un dí­a para otro. Postura, por otro lado, muy coherente.  El padre de la Merced, clérigo que les acompañaba,  convenció a Cortés de que así­ era mejor, no tratar de imponerles mediante la violencia sus creencias, ya que en el momento que ellos se marchasen harí­an lo que les vendrí­a en gana y que por ello era inútil entrar en disputas por esos asuntos. El general cedió y dio por buena la postura tlaxcalteca pero les pidió que por favor los sacrificios cesasen y también la antropofagia habitual en estos pueblos.

Volcán Popocatepetl

Diego de Ordaz ve Tenochtitlán desde el volcán Popocatepetl

Durante estos dí­as en Tlaxcala un volcán que se encontraba muy cerca, el Popocatepetl, entró en erupción llamando la atención de los españoles. Uno de ellos, Diego de Ordás, pidió permiso para subir al cráter y poder ver qué era lo que ocurrí­a allí­. Cortés le dio permiso y para allá que se fue el aventurero junto con un par de soldados y un grupo de indios. Llegados a un punto de la ascensión donde habí­a un í­dolo estos indios no quisieron continuar por ser el lí­mite de tierra sagrada para ellos. Ordás y los dos soldados españoles continuaron hasta la cima. Allí­ se encontraron con una gran sorpresa, contemplaron una de las imágenes más impresionantes que se podrí­a ver en aquella época: todo el valle de México con el lago de Totoca y sus ciudades y en el centro, Tenochtitlán. Quedaron maravillados y rápidamente bajaron a contar lo que sus ojos habí­an visto.

Llegada de los españoles a la ciudad sagrada de Cholula

Tras tres semanas de descanso en Tlaxcala partieron hacia Cholula, ciudad sagrada aliada de los aztecas. Los españoles fueron muy bien recibidos en las mismas puertas de la ciudad por las personalidades más importantes de la misma. Se les invitó a entrar pero bajo una condición, que los tlaxtaltecas se volviesen a sus tierras ya que eran enemigos y no podí­an admitir que éstos entrasen armados en su ciudad. Sus razones parecí­an lógicas y se ordenó a los tlaxcaltecas quedarse en los alrededores de Cholula.

Al principio el trato dado a los españoles por sus anfitriones fue muy correcto pero poco a poco se fueron desentendiendo de los españoles dejándoles prácticamente abandonados dentro de su propia ciudad. Cortés protestó e hizo ir ante él a los caciques y estos le dijeron con evidente miedo que Moctezuma les habí­a ordenado que les frenasen en su avance hacia Tenoxtitlán y que no les diesen de comer ni de beber. La situación era muy delicada. Unos indios de Cempoala le dijeron a Cortés que en las calles habí­an visto enterrados diversos instrumentos de guerra para matar a los caballos y muchas piedras y adobes sobre las azoteas para ser arrojados, además habí­an visto también la ejecución de varios sacrificios humanos al dios de la Guerra aquella misma noche, señal evidente de que estaban preparando un ataque contra ellos.

Matanza de Cholula

De nuevo, Cortés hizo llamar a alguno de los caciques de Cholula, fueron interrogados y finalmente confesaron que tanto dentro como en el camino de Tenochtitlán habí­a más de veinte mil guerreros mexicas esperando la orden de atacar pero que por culpa de la indecisión de Moctezuma aún no lo habí­an hecho.

La reacción española y tlaxcalteca no se hizo esperar, atacaron dentro de la ciudad y consiguieron rendirlos provocando la actuación brutal de los tlaxcaltecas. Actuación que tuvo que ser frenada por Cortés porque los mexicas se habí­an rendido y mostraban obediencia a los españoles. Tras estos enfrentamientos hubo dos semanas de relativa calma en Cholula y se decidieron a iniciar el camino que les llevarí­a a las mismas puertas de Tenochtitlán.



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5 thoughts on “El camino a Tenochtitlán: batallas de Tlaxcala y Cholula

  1. Algunas observaciones:

    Como eres español, seguro se te dificultan un poco los nombres en náhuatl: Xicotenga es correctamente Xicoténcatl, (la X se pronuncia como “Sh”) y no es Lago de Totoca, es Lago de Texcoco, (aquí­ sí­ la X con su sonido tí­pico “ks”).

    Hay muchas cosas interesantes de Tlaxcala, por ejemplo, era una Repíºblica y no una Monarquí­a, un caso atí­pico entre los Estados indí­genas, que quizá anunciaba un cambio en la evolución polí­tica en América, (aunque Chichén Itzá, la ciudad maya, también fue republicana, segun parece) se habí­a conformado por la fusión de 4 señorí­os o pequeños reinos, de forma similar a Emiratos Arabes en la actualidad, dentro de cada uno de sus dominios el señor, que no usaba el tí­tulo ni la corona de tlatoani o rey sino un tocado de plumas sujeto a la cabeza por una banda roja y blanca de tela, ejercí­a autoridad absoluta, pero los 4 formaban un consejo de gobierno para todo el Estado y respondí­an ante un Senado formado por integrantes de la nobleza de los 4 reinos; además, Tlaxcalla era multiétnica, pues los estratos superiores de la sociedad eran de origen Náhua, mientras que las clases bajas, y sobre todo el ejército, que además era una fuerza relativamente pequeña, pero excelentemente entrenada, disciplinada y equipada para los estándares americanos, curtida en muchos combates contra los Mexica o Azteca,y sobre todo, profesional, estaba integrado en su mayorí­a por Otomí­es, aunque con mandos náhuas, por supuesto, como el caso de Xicoténcatl el Joven, que ostentaba el rango de Capitán General o comandante en jefe de todo el ejército tlaxcalteca, y que era hijo de uno de los 4 Señores, Xicoténcatl el Viejo.

    Así­, los tlaxcaltecas no fueron conquistados por los españoles, sino que Tlaxcala y España, juntas, como potencias aliadas, conquistarí­an muchos de los territorios que ahora forman México, posteriormente, los Tlaxcaltecas reconocerí­an voluntariamente al Rey de España como su superior y así­ entraron a formar parte del imperio español,y tampoco fueron traidores como la chabacana y cuentera “historia oficial” mexicana los pone, eran tan ajenos a los aztecas como los Griegos de Macedonia a los Romanos, por ejemplo.

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    1. Jorge, muchas gracias por tus observaciones. No tengo ni idea de náhuatl y si a ello le unes que la mayorí­a de la documentación la he sacado del libro de Bernal Dí­az del Castillo pues los errores en los nombres serán una constante. Trataré de que se produzcan lo mí­nimo posible.

      Muy interesantes tus comentarios sobre los tlaxcaltecas. Se produjeron dos enfrentamientos y en ambos fueron derrotados y por ello se aliaron (¿rindieron?) a los españoles y los totonacas al ver el negocio que podí­an hacer contra la Triple Alianza de Moctezuma, ¿eso no es ser conquistados o vencidos? ¿Cuál es tu punto de vista?

      Saludos

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  2. De hecho, ambas batallas entre Tlaxcaltecas y Españoles fueron ataques de prueba lanzados por Xicoténcatl sin comprometer al grueso de sus fuerzas, a raí­z del resultado, fue que se decidió por parte del Consejo y del Senado de Tlaxcala aliarse a España.

    Tiempo después, ya cerrado el sitio contra Tenochtitlan, el propio Xicoténcatl el Joven pretendió dar un golpe de estado y romper la alianza con los españoles al darse cuenta de las verdaderas intenciones de Cortés. El joven general tlaxcalteca fue apresado, juzgado por el Consejo (incluido su padre) y ejecutado en la horca.

    Sin embargo, íºltimamente, al menos aquí­ en México está habiendo cambios acerca del estudio de la conquista, ahora se está viendo más como una especie de revolución o movimiento social de inconformidad de gran parte de los pueblos sometidos, y de los enemigos, como Tlaxcala contra el Imperio de la Triple Alianza, en el que Cortés, un extranjero, fue el lí­der y catalizador del descontento. En cierta forma, Cortés fue quien estructuró un nuevo orden, bajo la bandera española, ciertamente, pero con un gran consentimiento de parte de los indí­genas, para quienes, olvidándonos de leyendas negras, el orden colonial resultó más justo que el azteca, que era detestado por los elevados impuestos, y sobre todo por el régimen de terror instaurado a base de sacrificios humanos.

    Por cierto, Tlaxcala mantuvo una gran autonomí­a durante la colonia, las familias de los 4 señores y nobles y oficiales del ejercito recibieron tí­tulos de nobleza españoles, podí­an montar a caballo y vestir a la europea, se respetaron las propiedades de los tlaxcaltecas y se les permitió seguir siendo paganos durante un tiempo (incluso hubo mártires del cristianismo) aunque poco a poco se impuso el cristianismo, y su sistema polí­tico, en el que se incluyó a españoles residentes en la zona, criollos y mestizos, siguió vigente hasta la Constitución de Cádiz y luego la independencia, en que se convirtió en un estado más de la repíºblica federal, como sigue siendo hasta hoy, si algíºn dí­a vienes a México, en el palacio de gobierno de Tlaxcala, que es el mismo en que se reuní­a el senado, pero remodelado a la europea, hay murales que explican toda esta Historia.

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  3. Me alegro de que en México se esté empezando a ver y a estudiar todo el perí­odo de la conquista con otros ojos y con otra mentalidad, creo que es importante que se sepa lo que ocurrió realmente allí­ y en el resto de América.
    Muchas gracias por tu magní­fica aportación.

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  4. Hace tiempo conocí­ el palacio de Cortés en Tlaxcala frente a la laguna de acuitlapilco, y por lo tanto invité a unos amigos de otro estado a visitarlo. Mi sorpresa fue saber que no era real respecto a la historia y me hizo pasar una gran pena y verguenza ante mis conocidos.Afortunadamente las ruinas de cacaxtla me sacaron esa gran pena. ME GUSTARíA que de alguna forma fuera aclarada esta situación por parte de turismo. debo declarar que la construcción tiene una bella forma arquitectónica principalmente en la parte posterior que aunque se presume no es parte de la historia, deberí­a tomarse en cuenta de alguna forma,porque puede reflejar cierta motivación de identidad.

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